Máncora

En Máncora nos esperaba Zenón, un empleado de la planta de Langostinos en donde nos hospedaríamos. Si, leyeron bien, plata de langostinos. La familia de la cuñada de Mónica, mi hermana, tiene está planta que está fuera de funcionamiento, y en ella se encuentra un pequeño departamento donde podríamos quedarnos.

Cuando llegamos vimos que la casita estaba sin uso desde hacía mucho tiempo, por lo que cucarachas, arañas y alguna lagartija se habían apoderado del lugar. Además no tenía cocina. Miramos a Panchita con cariño y todos abordo de nuevo. Igualmente nos quedamos en la planta, era seguro, pues había un guardia las 24 horas y tomábamos luz y agua cuando lo necesitábamos.

En Máncora descansamos mucho y disfrutamos de lindos atardeceres.

El segundo día contratamos una excursión para ir a nadar con las tortugas (S.70 adultos, S.50 niños 5 horas, Av. Piura ). Salimos bien temprano rumbo a Los Organos, una playa 30 minutos al sur de Máncora. Allí nos embarcamos en una lancha que estaba bastante más usada que la que mostraba el folleto.

Navegamos unos 30 minutos y nos pusimos a pescar, y así tener alimento para atraer a las tortugas.

Luego de una hora de pesca y varios ejemplares en nuestro haber, pulpo incluido, seguimos rumbo a El Ñuro, allí en el muelle estaban, supuestamente, las tortugas esperando. Pero, oh! desilusión, no había ninguna. Pato fue el primero en tirarse, luego Lucas y finalmente Emma. El agua estaba fría así que me tiraría sólo cuando aparecieran estas viejitas.

Luego de 20 minutos empezaron a llegar. En total había tres que aparecían para agarrar el alimento y se iban rápido ante nuestro constante acoso. Emma se asustó y salió en seguida. Lucas, luego del susto inicial que incluyeron algunas %$@@, logró agarrarse de su caparazón durante un instante, luego recibió una pequeña patadita, señal que no era bienvenido.

Cuando terminó la excursión nos dimos cuenta que podríamos haberlo hecho por nuestra cuenta, yendo con la camio hasta el muelle de El Ñuro. Habría salido más barato, pero nos hubiéramos perdido la navegación y la pesca, lo que estuvo muy divertido!

Por la tarde descansamos en la playa, todos menos Lucas, que tenía clase de surf (Surf School S. 50 la clase de una hora y luego te prestan la tabla). Estaba muy entusiasmado con la idea desde que salimos de Chile, y acá, en uno de los mejores lugares con mejores olas, al fin podría hacer realidad ese sueño. Luego de una pequeña explicación en tierra firme, se fueron con su instructor braceando bien adentro. En los primeros intentos el profesor lo tenía desde atrás hasta que agarraba la ola para luego soltarlo y así barrenarla él solo. Hubo algunos revolcones, pero el resultado fue positivo, volvió loco de contento. Después de la hora de clase, le dejaron la tabla y siguió dos horas más disfrutando de las olas, pero al estar solo tomaba las más pequeñas cercanas a la costa.

El tercer y último día, luego del colegio, almorzamos en Mochileros Laar (un lugar cerca de la playa, rico y barato. Por $160 comíamos los cuatro: entrada, fondo y limonada. El menú incluía ceviche, jalea, chicharrones, ensalada, milanesas, chaufa, etc.) y después hicimos playa toda la tarde. Lucas alquiló una tabla (S.10 las dos horas) y estuvo surfeando unas dos horas. En general se divirtió, salvo algunos accidentes menores, que incluyeron golpe en la cabeza al zambullirse en aguas poco profundas y sangrado en el dedo índice al pincharse con objeto no identificado, pero nada de importancia.

Estábamos pasándola genial en la playa, pero ya había llegado mayo. Los primeros días de junio los chicos tenían que empezar el cole en Bocas del Toro, Panamá. Había que seguir viaje para llegar a tiempo. El cruce no sería simple y llevaría 10 días. Así fue, que el domingo 1 de mayo salimos rumbo a Ecuador, el sexto país de nuestro recorrido, en busca de nuevas experiencias divertidas!

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