La entrada a Ecuador fue algo complicada. Migraciones lo hicimos en seguida, pero la aduana fue muy lenta. En ese país las cosas están más caras que en Perú, por eso había muchos ecuatorianos ingresando con mercancías peruanas, lo que demoraba bastante. Luego de hora y media de espera por fin nos dejaron pasar. En la ruta atravesamos kilómetros y kilómetros de bananos a los dos costados.
Esa noche paramos en el Hostal San Luis (20 USD los cuatro, wifi, sin agua ni electricidad, baños y duchas sólo por la mañana, el parking da a la ruta y no está cerrado durante la noche). Un lugar muy lindo, sobre todo para los peques. Tenía un gran tobogán acuático y una piscina de 25 mts. con trampolín. Pero llegamos de noche y las piletas estaban cerradas, tendrían que esperar al otro día.
A las 8 de la mañana ya estaban preguntando al cuidador si podían ingresar. “No, la están limpiando, tienen que esperar un poco más” respondió Alberto. Y a eso de las 9 ya estaban zambulléndose desde los 4 metros de alto que tenía el trampolín.
Aunque no era el plan, pasamos todo el día allí. Teníamos el lugar para nosotros solos. Pato y yo aprovechamos para nada un rato y también jugamos en el tobogán y nos animamos a la altura del trampolín, pero una vez sola, suficiente para nosotros. A las 5 de la tarde salimos rumbo a Cuenca, donde llegamos a eso de las 22 hs.
Qué bueno chicos me encanto!
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