Luego de dos días de largos y tediosos trámites, logramos poner a Panchita en el flatrag. El primer día la dejamos en el puerto, la midieron e inventariaron su contenido.
El segundo día la policía hizo el control de narcóticos, para lo cual Pato tuvo que bajar casi todas las cosas de adentro. Todo esto bajo el sol, con 33 grados, pantalones largos y calzado cerrado, tal como lo piden las autoridades del puerto. Una vez bajado todo había que esperar al perro. El perro en cuestión era un labrador muy juguetón quién, en cuanto le abrieron la puerta del auto, salió corriendo sin hacer caso a las llamadas de su amo policía. Papelón total para los uniformados y muy cómico para Pato. Con las cosas nuevamente dentro de Panchita, Pato la subió a la plataforma, la ataron y ya quedó lista para ser subida por la grúa al barco. El viaje demoraría 5 días aproximadamente. Primero debía pasar por Turbo a recoger bananas para luego dirigirse a Manzanillo, un puerto en la ciudad de Cólon, sobre la costa del Caribe panameño.
Ahora nos tocaba a nosotros embarcar. Pasamos por el súper a comprar algunas provisiones, bebidas y snacks principalmente, ya que las comidas estaban incluidas en el pasaje. Llegamos a la marina a las 8.30 de la noche. Allí nos esperaba el “Perla del Caribe”, un elegante Dufour 41, junto a Jules y Emilia, capitán y marinera. Emilia es argentina, antes vivía en San Martín. Eso nos alegró, siempre es lindo compartir costumbres. Pero ella no estaba tan contenta, su contestación cuando le dijimos qué éramos de Tigre fue: “ah, son de otra clase social…” ¿? Su trato con nosotros no fue muy amigable, pero bueno, era su primer viaje, y todavía tiene mucho que aprender del oficio, principalmente relaciones públicas.
El comienzo del viaje tuvo bastantes problemas. Jules se fue a su casa y dijo que vendría a las 23 para ya zarpar. Eran las 2 y no había venido. No sabíamos qué hacer. Emilia lo fue a buscar a su casa y se había quedado dormido con el celular apagado! Cuando llegó se cayó al agua queriendo subir al velero… “Por Dios, en qué manos hemos caído!”- pensamos. Ya eran las 4 de la mañana. A la hora de levantar el ancla, ésta no salía, estaba trabada con algo en el fondo. Luego de casi una hora tirando y aflojando por fin salió y pudimos zarpar. A unos minutos del puerto Jules se dio cuenta que no funcionaba el piloto automático. Vuelta a la marina, a buscar al técnico que vivía en una embarcación allí mismo. Cinco de la mañana. Finalmente logramos salir a las 7.30.Pero todavía no terminaban los problemas. Luego de una hora de navegación agarramos un tronco que paró de una al motor. Se había quedado trabado en la hélice. Jules se sumergió rápidamente, lo sacó y por suerte la hélice no sufrió mucho y pudimos seguir viaje.
Luego de tantos problemas el viaje fue perfecto. Un día y medio de navegación con lindo clima, un viento que nos permitió izar mayor y genoa, un mar calmo con ola a favor. Tardamos 32 horas en llegar a las primeras islas, 4 horas menos de lo previsto. Emma y Lucas se marearon un poco el primer día, pero luego de un par de pastillitas estuvieron muy bien los días siguientes. Durante la navegación no podíamos tirarnos al agua, así que para aliviar el calor nos sentábamos los 4 en la planchada de popa, poníamos los pies en el aguay recibíamos un suave masaje del chorro de la hélice. Una tarde vimos, a la distancia, un par de delfines saltando entre las olas.
Cuando estábamos por llegar, a la distancia se veía un barco escorado pero sin velas, era raro. Cuando nos acercamos pudimos ver que era un naufragio, se había quedado sobre un arrecife de corales. Era reciente porque todavía tenía algunos instrumentos y velas instaladas. La zona es muy peligrosa ya que hay muchos arrecifes. Luego nos enteramos cómo se produjo el incidente. Durante la noche el capitán había dejado a cargo del barco a dos turistas, quienes no se dieron cuenta de la existencia del arrecife hasta que estuvieron sobre él. Por suerte nuestro capitán conocía la zona y entramos por un pequeño canal que nos permitió llegar sin problemas.
Llegamos a un grupo de islitas a las 5 de la tarde, con el tiempo suficiente para nadar a la playa, recorrerla y ver muchísimas estrellas de mar desperdigadas por la arena blanca bajo un agua tan cristalina! El paraíso debe ser como esto. Era hermoso. Esa noche mientras esperábamos la cena escuchamos un “splashhhhh” cerca del barco. Iluminamos con la linterna y vimos que era una raya curiosa que venía a visitarnos, luego otra y otra más. En total teníamos 5 rayas rodeando el barco, todo un espectáculo. Emma dijo: “mañana no me tiro al agua”, pero le duró poco el miedo y al otro día ya estaba nadando nuevamente por ahí.
A la noche mientras dormíamos, se largo una tormenta bien fuerte, pero para nuestra alegría a la mañana estaba soleado nuevamente. A las 10 ya estábamos en la playa y a las 11 Jules nos llevó a unos corales que estaban a 500 mts del barco. Nos dejó a todos ahí con snorkel. Fue increíble, una experiencia inolvidable, nadar a la par de pecesitos de todos colores, Nemos, Dorys, redondos, alargados, era como estar dentro de un acuario. También vimos cangrejos del tamaño de un plato y langostas escondidas bajo las rocas. Luego de dos horas de exploración volvimos al barco nadando, todos con las espaldas, colas y piernas rojas del sol. Nos habíamos puesto protector solar, pero poco pudo hacer con tanta agua y tanto tiempo.
Por la tarde salimos hacía otra isla. Fueron 2 horas de navegación a toda velocidad, veníamos siniendo a 10 nudos. Fuimos la envidia de los demás capitanes que estaban en la isla.
Esta isla, como todas las demás del archipiélago de San Blas, es propiedad de los indios Kunas. Ellos las defendieron con su propia sangre hasta que el gobierno Panameño les dio la autonomía que solicitaban. Hoy en día para bajar a sus playas hay que pagar USD 20 por persona, no se salva nadie, hasta los perros pagan. Nuestro Sancho tuvo que pagar USD 10!
Aquí hicimos más snorkel, buscando un barco hundido que nunca encontramos. También nadamos mucho y tomamos siestas en las hamacas sobre la playa, escuchando el susurrar de las palmeras mientras un suave viento las mecía. El Caribe, habíamos llegado! No lo podíamos creer, muchos kilómetros recorridos, muchas anécdotas recogidas en el trayecto, muchos momentos intensos vividos a pleno, en familia, era increíble.
La última noche iba a ser de navegación, 8 horas aproximadamente. Jules contaba con Pato para ayudarlo durante las guardias. Pato lo hizo desde las 11 hasta las 4.30 de la mañana, cuando Jules lo relevó. En algún momento dentro de esas 4 horas que Pato estuvo al timón, se le aparecieron de golpe un par de luces por delante y otras a la derecha. Pensó: “de donde salieron esos barcos, recién no estaban ahí”. Estaba por ir a despertar a Jules, e igual de rápido como aparecieron, las luces se apagaron y ya no vio nada más en el horizonte. Muy raro. En la mañana, cuando le comentó a Jules el episodio, éste le dijo que era la policía controlando el tráfico de drogas por la zona. Por suerte no nos detuvieron, ni pidieron requisar el barco, como algunas veces ocurre.
Llegamos a Puerto Lindo, Panamá, el 8 de junio a las 8 de la mañana. Había comenzado otra etapa en nuestro viaje. Estábamos en América Central!!!! Ahora había que recuperar a nuestra casita, esperábamos no tener muchos problemas.
Que bueno!!! me encantó
el caribe que parecia tan lejano ya son parte de él…..
felicitaciones todos/todas
Me gustaMe gusta
Gracias! Besotes
Me gustaMe gusta
Hola Patrik y flia!!!
Recien me dijo Diana de este blog y queria mandarte saludos!!!
Cesar
Me gustaMe gusta
Hola César! Como andas tanto tiempo! Como andan esas camisas que siempre me gustaron!
Me gustaMe gusta