Cuando salimos de Buenos Aires estábamos sedientos de descubrimiento. Necesitábamos conocer lugares y culturas nuevas. Experimentar sensaciones distintas. Salir de esa rutina donde casi siempre sabemos lo que vamos a estar haciendo cada hora del día.
Ya hemos visto mucho en los 25 mil kilómetros que llevamos recorridos. Cruzamos desiertos interminables, subimos montañas majestuosas desde donde se puede ver la grandeza del mundo, nadamos en las aguas cristalinas de antiguos cráteres, sentimos el calor y el olor de la lava al fluir por los volcanes, dormimos junto a un glaciar a 5000 mts de altura, nadamos con apacibles tortugas, anduvimos en bici por altos salares donde un asado no hace humo, corrimos por pequeños senderos de parques nacionales rodeados de monos y lagartijas, visitamos maravillosas ciudades ancestrales, o lo que quedan de ellas, nos relajamos en playas de arenas blancas y mar turquesa, surfeamos las grandes olas de Perú (bue… sólo Luquis), navegamos bajo las estrella por el archipiélago de San Blas, hicimos snorkel en aguas claras y calentitas donde vimos peces de todos los colores, mantas rayas, centollas, langostas, y otras cosas a las que no supimos darles nombre, nadamos con linternas en oscuras grutas subterráneas mientras muchos murciélagos tomaban su siesta entre las estalactitas, atravesamos selvas envueltas en nieblas matinales a 3000 mts de altura, caminamos de un extremo al otro la Isla del Sol en medio de cabras y burros pastando, visitamos otras islas hechas de junco por sus habitantes en el lago más alto del mundo, sobrevolamos en un bimotor las misteriosas líneas de Nazca, nos deslizamos sobre sus enormes dunas en sandboard, vimos atardeceres pasteles sobre el mar y la montaña, y amaneceres sobre pirámides milenarias, caminamos detrás de cascadas, nos arrojamos de ellas y también sentimos su fuerza caer en nuestras espaldas, las hubo frías y también muy calientes, cruzamos por la mitad del mundo, allí donde el GPS marca 00 00 0000 de latitud, anduvimos a caballo por bosques cruzando fríos arroyos, presenciamos cómo grandes barcos cruzaban el Canal de Panamá. Lo más importante, conocimos gente maravillosa, siempre dispuesta a ayudar y maravillada por lo que estábamos haciendo.
No todo fueron rosas. Tuvimos mucho calor en Cartagena y mucho frío en Huaraz, nos picaron miles de mosquitos y jejénes, nos quedamos atorados en varias ocasiones y necesitamos la ayuda de otros para poder seguir, nos achicharramos al sol, nos faltó el aire y nuestras cabezas dolieron a gran altura, nos perdimos muchas veces y otras no pudimos subir las cuestas, tuvimos algunos problemas mecánicos. Pero todo valió la pena. No nos arrepentimos de nada, ni lo cambiaríamos si pudiésemos.
A 8 meses de nuestra salida, ya no tenemos esas ansias imperiosas de conocer el próximo pueblo, ciudad o atracción, tan sólo buscamos un lugar lindo y tranquilo donde pasar una tarde, y si es con amigos mejor! Estamos ansiosos por reunirnos con los amigos y la familia que encontraremos en el camino: Martín en DF, Richard en Colorado, Adri en Los Angeles y Moni en Dallas.
Se va apagando ese deseo de conocer. Son pocas las cosas que tienen el poder de sorprendernos ahora. La balanza va reestableciendo su equilibrio natural. Ya estamos hablando más sobre lo que haremos al regreso a casa que sobre lo que haremos la semana próxima.
No sé si esto les pasa a todos los viajeros, o somos sólo nosotros los bichos raros que extrañan sus orígenes. No sé si es sólo un momento en el viaje o durará hasta su finalización. Veremos, veremos, más adelante lo sabremos.
No decaigan, sigan disfrutando de esa aventura maravillosa en la cual se conocen nuevos lugares y formas de vida, es un aprendizaje muy bueno para los chicos. Los venimos siguiendo
siempre y nos alegramos mucho de verlos tan bien. Un abrazo grande y besos para los cuatro de Julio y familia
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escribite un libro juli! alta redaccion jajaja! me lo lei todo el viaje casi!
y si, siempre se extraña los origenes, yo extraño trabajar cdo no lo hago por unos dias, imaginate jajaja… le agradezco a DIOS x haberlos cuidado en toda la travesia , y los chicos al final no se quieren volverrrrrrrrr
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