Llegamos en medio de una gran nevada. Por suerte la entrada sur estaba abierta todavía, lo habíamos chequeado en la web (https://www.nps.gov/index.htm). En la entrada, nos dijeron que por ahora estaba abierto, pero que con esa nevada era muy probable que lo cierren en breve.
Hicimos unos cuantos kilómetros bajo la nieve. En algunas partes el camino estaba seco, y en otras no se veía el pavimento. Por suerte Panchita no resbaló ni una vez, siempre firme sobre el piso, hasta cuando anduvimos sobre la nieve.
En un tramo del camino vimos una camioneta que había resbalado hacia la banquina. Pato frenó en seguida y con linga en mano bajó a ayudar. Por suerte no fue necesaria nuestra ayuda, ya que a los pocos minutos llegó la grúa del parque, todo muy organizado, como todo en este país.
Bajo la nieve no había posibilidad de picnic, ni asadito, ni nada. Lucas tenía mucho frío para una guerra de nieve, así que fue Emma la única se que animó a jugar un poco con la nieve.
Al mediodía llegamos a la gran caldera que es el centro del parque. Tomamos una sopa en Panchita y bajamos a recorrer el lugar. Observamos cómo el vapor salía de las entrañas de la tierra por todas partes, era un spa gigante, una olla de presión. Pasamos por varios geysers, fumarolas y piletones de agua y barro hirviendo, siempre haciendo caso a las indicaciones de los carteles. No hay que salirse de los andariveles ya que la tierra puede ceder ante nuestas pisadas y uno puede terminar quemado debajo de la tierra.
Subimos por un camino para ver mejor al geyser mayor, Oldfaithful, quien a las 5.25, cumpliendo el pronóstico del guardaparque, erupcionó con toda su fuerza, levantando miles de litros de agua hirviendo a más de 20 mts. de altura. Lo quisimos filmar pero el celular no resistió el frío y se apagó.
Los hoteles y cabañas de la zona estaban cerrados por temporada, la cafetería cerró a las 5.30 así que no había mucho que hacer en ese lugar, donde, a pesar de tanta caldera y vapor, seguía siendo muy frío y desolado. No queríamos pasar la noche allí, principalmente por miedo al frío. ¿Qué haríamos si se congelaba el agua de los tanques, o si en el medio de la noche se acababa la garrafa? No estábamos preparados.
Fuimos hasta la entrada sur, unos 50 km, y con mucha suerte encontramos un hotel (Days Inn) con pileta climatizada, tobogán de agua y desayuno por 60 usd, tarifa de fuera de temporada. No lo dudamos mucho, los chicos no nos dejaron, y en unos minutos estábamos todos remojándonos en el jacuzzi. Qué rápido que puede cambiar todo! Aunque dormimos en el hotel, salimos a comer afuera, a Panchita!
Al día siguiente, mientras yo trabajaba y lavaba la ropa, Pato y los chicos fueron al Grizzly and Wolf Discovery Center (http://www.grizzlydiscoveryctr.org/). Allí aprendieron mucho sobre los osos negros y los tenebrosos grizzlys. Los 9 osos que viven en el complejo llegaron allí luego reincidir en los basureros del pueblo. La primera vez que los ven merodeando por el pueblo los reubican a 100 millas de distancia, pero algunos vuelven y es ahí cuando son sacrificados o, si hay lugar, hospedados en este centro. Tienen muy buen olfato y son sumamente inteligentes y fuertes para abrir todo tipo de puertas. Las de los autos las doblan como si fueran de cartón. Una actividad en el centro es esconder comida para que el oso la encuentre al volver a su jaula. Pato y Lucas tuvieron que hacer mucha fuerza para levantar una gran piedra y colocar allí unos coquitos de comida balanceada. Cuando el oso olfateó el lugar, corrió la piedra como si fuera de utilería!
Al mediodía salimos rumbo a Yosemite. En ese momento decidimos emprender la vuelta. No iríamos más hacia el norte, era hora de comenzar el regreso. Seattle, Chicago, New York y las ciudades de la costa este quedarían para otro viaje. Si bien estamos preparados para el frío, tenemos calefacción y agua caliente, no tiene sentido mirar todo por la ventana sin poder disfrutar del aire libre, no estamos acostumbrados a vivir con tanto frío.
ViaJones 